El Libro de la Semana (LXIV): Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino

Contra el aspecto místico y paranormal que mucha gente le quiere atribuir a Julio Verne, lo cierto es que era un estudioso. Se la vivía leyendo libros y revistas científicas, siempre al pendiente de los nuevos avances y descubrimientos, tanto en geografía, botánica, geología, zoología, física, química, astronomía, etc. pero siempre enfocados a un uso real. Un ejemplo es la descripción del submarino Nautilus... Pero me estoy adelantendo. Vayamos con el libro.
Una serie de naves han sido destrozadas en el océano y nadie sabe la razón. Algunos sobrevivientes hablan de una enorme ballena que los atacó, rompiendo el barco por la mitad, por lo que las historias llaman la atención del biólogo marino Pierre Anorax (siempre el héroe de los libros de Verne, por obvias razones, es francés), su fiel ayudante Consejo (Conseil) y el arponero canadiense Ned Land, quienes se embarcan en el Abraham Lincoln desde Nueva York hacia Suramérica, pensando que iban a encontrar a una nueva especie de narval. Sin embargo, la nave es atacada y destrozada, quedando como sobrevivientes nuestros tres héroes, que logran llegar a un islote... ¡que descubren está hecho de metal! Claro, no es un islote, sino una nave que viaje por debajo del agua (un submarino), a la cual los hacen entrar y conocen al enigmático Capitán Nemo (Nemo = Nadie, en latín). Claro, éste les informa que no les permitirá abandonar nunca la nave, y con esto en mente les explica muchos secretos de la misma, empezando por su nombre: El Nautilus.

El profesor está fascinado ya que uno de los objetivos del submarino es investigar el océano y sus habitantes, pero no así Ned, quien siempre está pensando en cómo escapar. Desde el ártico hasta el Antártico. De América a Asia (pasando por el Canal de Suez), a bordo del Nautilus conoceremos de los diferentes tipos de mares y de la fauna que los habitan. Finalmente, el submarino se acerca a un remolino y los tres personajes logran escapar, aunque nunca se sabe la suerte que corren el Capitán Nemo y su tripulación (o el Nautilus).
Además de tener muchas aventuras (como el conocido ataque del calamar gigante o el descubrimiento de la Atlántida hundida), y mostrarnos la geografía marina conocida de la época (y otra imaginada o deducida), Julio Verne aprovecha para mostrar muchos avances tecnológicos y su posible aplicación práctica. Recordemos que ya existían submarinos desde hacía muchos años, pero ninguno tenía la tecnología para durar mucho tiempo debajo del agua ni para realizar grandes viajes. Verne resuelve éste y otros problemas con los descubrimientos recién realizados. Resulta que cierta piedra (cuyo nombre no tengo en este momento), al ser tratada libera oxígeno, por lo que el Nautilos tiene grandes reservas de la misma y un cuarto especial desde donde se distibuye el aire a toda la nave. Así mismo, tiene grandes generadores ya que la nave funciona por medio de la electricidad. En una de las frases más memorables y futuristas que escribió Julio Verne, el Profesor Anorax dice: "Capitán, usted ha utilizado un recurso que a penas está siendo investigado pero que en el futuro será indispensable para la humanidad: la electricidad".
¡Wow! El tipo era lo máximo, ¿o no?
Metiéndome en otro libro (De la Tierra a la Luna), es de llamar la atención que los que preparan la nave para ser lanzada a la luna son los gringos, los cuales tenían que escoger entre dos lugares para hacer el lanzamiento: Texas o Florida, ¡y se deciden por Florida! (¡Ya nada más faltaba que el lugar de depegue se llamara Cabo Cañaveral!).
Quizás el único "pero" que le podríamos encontrar a los libros de Julio Verne es que es increíblemente detallista, por lo que no es raro encontrar toda la explicación científica de un arbusto, de una piedra, de un animal o un invento, sin que éste sea realmente parte importante de la trama. Sin embargo, prescisamente es ésta la característica que le permitió a Verne ser considerado un visionario ya que si sólo mencionara las cosas sería como cualquier escritor de ciencia ficción. Y es que si la ciencia ficción tuviera una identidad humana, se llamaría Julio Verne.
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