El Libro de la Semana XLIX: La Edad de la Inocencia

(Esta entrada se publicó originalmente el 14 de febrero de 2008)

Y estos cambios, que ahora nos parecen normales, eran escandalosos en Nueva York, de la década de 1870, donde Manhattan estaba lleno de granjas y no podías caminar por la Quinta Avenida de noche porque no se podía ver nada. La clase media-alta vivía pendiente del qué-dirán y era fácil deducir qué ocurría con la gente pues era muy sencillo ver quién entraba y salía de dónde. Sintiéndose parte de una aristocracia (muy artificial, por cierto), la gente daba mucha importancia a las familias para casar a los hijos, ya que de esto dependía también que se abrieran puertas para continuar con los negocios y ganancias de la familia.
Esta sociedad es donde vive Newland Archer, y la conoce y se desenvuelve en ella perfectamente. Parte de esta vida preconcebida, involucra casarse con una "niña bien" y convertirse en esa clase de marido-maestro y ella esposa-alumna, que la sociedad considera que es lo que debe ser. Su prometida es, por lo tanto, el modelo ideal de esta noción: May Welland. Educada desde niña para ser la esposa perfecta, es desinteresada... y nada intersante. Es decir, sabe mantener un perfil bajo, lo cual es ideal en una sociedad donde todos hablan de cualquier moviemiento que alguien haga.
Como toda sociedad, hay personas que tienen mucho peso y sus opiniones e influencias pueden elevar o hunidr a alguien. Una de estas personas es la Sra. Manson Mingott, quien llega a desafiar y romper convencionalismos gracias a su poder. Por ejemplo, al sufrir una enfermedad que la obliga a estar postrada la mayor parte del tiempo, recibe visitas en su departamento, lo cual es una práctica que la sociedad asocia con prostitutas. La Sra. Mangott es abuela de May y la adora, al igual que a Newland. Cierto día, recibe en su casa a la Condesa Ellen Olenska, también nieta suya, quien necesitará de todo su apoyo para ser aceptada en Nueva York.
¿Por qué? Ellen se convirtió en condesa al casarse con el conde Olenski, de Polonia. Sin embargo, su matrimonio es muy infeliz y Ellen se separa de su esposo, ayudada por el secretario de éste, con quien se va a vivir a Venecia, donde él se queda y ella va a Nueva York, a reunirse con su familia. Con una visión muy diferente y más amplia de la vida, Ellen no comprende lo estricta e hipócrita que es la sociedad neoyorkina. La Sra. Mangott les pide a May y a Newland que la ayuden para encajar poco a poco en la sociedad. Newland inmediatamente se siente atraído por su espíritu libre y poco a poco se va dando cuenta de las incongruencias de la sociedad. Ellen no tiene empacho de aparecer en público con Julius Beafort, un banquero casado con la sobrina de la Sra. Mangott (¡¡¡un hombre casado!!!); o con la Sra. Struthers, una viuda a la que la sociedad ve con desconfianza (aunque poco a poco va ganándose a la gente hasta que es aceptada, paradójicamente, gracias a Ellen). Ellen también ve como iguales a todas las mujeres y no vacila en darle su capa a su sirvienta (¡¡¡a una criada!!!) cuando la manda a entregar un mensaje .
Por supuesto que esto lleva a Newland a enamorarse de ella y a escandalizar a May. Pero, ¿qué será más importante o más fuerte, al final, para un hombre? ¿Vivir una vida cómoda, en medio de una sociedad asfixiante y demandante, pero que le ofrece a él y a sus hijos un futuro seguro; o vivir de sueños, de anhelos y de ideas revolucionarias, que te conducirán eventualmente a un rechazo social y por lo tanto a problemas económicos para ti y tu familia? (¡Claro! Si todo te afectara únicamente a ti, la cosa sería más simple. Pero cuando afecta a tus padres, hermanos, hijos, etc. la cosa cambia).
Ésta es la propuesta del libro. Edith Warthon no sólo es una excelente narradora, sino que además ella vivió en esa sociedad. También era decoradora y arquitecta, por lo que describe a la perfección no sólo la sociedad, sino también la ciudad y las casa, metiéndonos completamente en un Estados Unidos que pocos conocemos (siempre asociamos el siglo XIX con indios y vaqueros... por lo menos es lo que hemos visto gracias a Hollywood).
En 1993, Martin Scorsese llevó la historia a la pantalla con Daniel Day-Lewis como Newland, Michel Pfeiffer como la condesa Ellen Olenska, y Winona Ryder como May. La película es muy buena y vale la pena, pero me gusta más como complemento del libro, que es mucho más profundo en las intrigas y acontecimientos que tienen lugar.
Hoy que es 14 de febrero, recomiendo este libro que no es la clásica historia de amor. Es una historia de amor más real, donde no se trata de si el amor lo puede todo o supera cualquier obstáculo, se trata de gente rodeada de gente con la que debe convivir obligadamente. Las decisiones que uno debe tomar, así como las que deberán tomar Newland, Ellen, May, e incluso la Sra. Mingott, afectan el futuro del que las toma y de la gente que lo rodea, por lo que no pueden ser tomadas a la ligera. Léanlo. El final es muy bueno y te deja muchas cosas qué pensar...
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En esta entrada #70 del Libro de la Semana, quisiera agradecer a los que lo han leído alguna vez y me han dejado sus comentarios, incluso (y especialmente) a los que me critican y están en desacuerdo con mi ideas. Lo importante es que hagamos un diálogo y nos enriquezcamos mutuamente.
Mi idea es hablar en cada entrada de un autor y un libro suyo. Agradezco las sugerencias que me han dado y acepto con mucho gusto más propuestas. Afortunadamente, los buenos autores son muchos más que 70 y tengo mucha tela de dónde cortar, aunque me gustara hablar de más libros de mis autores favoritos, como Anne Rice, Arthur C. Clark, Isaac Asimov, Carl Sagan, Umberto Ecco, etc. de los que he leído muchos libros. Pero la idea es hablar de autores diferentesy no convertir este blog en una "fan-page" de un grupo de autores.
¡Gracias a todos por leerme y por sus comentarios!
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