El Libro de la Semana (LVII): Una Visión Desde La Cumbre

Las autobiografías siempre tienen un factor común: el protagonista es un héroe en todos los aspectos de la vida (según él. Nadie es el villano de su propia histora). Por eso, aunque he leído muchas, las autobiografías no me convencen del todo. No son objetivas (¡no pueden serlo!) y siempre justifican al personaje.
Sin embargo, la autobiografía de Sir Edmund Hillary, "Una Visión desde la Cumbre: Sorprendentes Memorias de la Primera Persona que Conquistó el Everest" (View from the Summit: The Remarkable Memoir by the First Person to Conquer Everest) es una obra que vale la pena leer porque su protagonista es un héroe indiscutible por sí mismo. Si algo caracteriza a Sir Edmund Hillary es su completa falta de modestia. Sin embargo, la presenta de una forma tan natural que lejos de ser chocante es bastante interesante y entretenido.
Sólo para los despistados, Sir Edmund Hillary fue el primer hombre en conquistar la cima del Everest, en 1953, junto al sherpa Tenzing. Durante años existió una controversia de quién había llegado primero, si Hillary o Tenzing, pero esta controversia es meramente por razones políticas ya que tanto el Reino Unido como Nepal querían quedarse con la gloria para demostrar su supremacía. En una decisión salomónica, los dos amigos decidieron afirmar que habían llegado al mismo tiempo (por cierto, Hillary no es inglés, es neozelandés, pero participó en la expedición inglesa como miembro de la Commonwealth).
De hecho, para terminar con la expectativa, la conquista de la cima del Everest es como inicia este libro y una vez satisfecha la curiosidad del lector ocasional, se va a contarnos su vida, en las apacibles granjas de Nueva Zelanda, donde participa en el ejército y descubre su amor por la apicultura y el alpinismo. De la mano de sus recuerdos, Edmund nos lleva por los intrincados y muy divertidos caminos que lo hicieron candidato a la expedición del Everest, en la cual participó porque uno de los miembros se lastimó y no pudo ir. Inglaterra estaba en decadencia y había perdido la Segunda Guerra Mundial (en la cual también partició Hillary), por lo que le urgía demostrar que seguía siendo una potencia mundial. De una manera desapasionada y sin nacionalismos de ninguna especie, Hillary nos explica lo absurdo de dicha carrera y de cómo la mayoría de los alpinistas ascendía por amor a la montaña y cómo en las expediciones desaparecían las nacionalidades, pues todos dependían de todos. Claro, siempre existen rivalidades y pasiones humanas, pero el ascenso valía la pena y el Everest era el sueño de todo alpinista.
Sin embargo, una parte de la historia igual de importante que la conquista del Everest es cómo vio Hillary a los sherpas y las miserables condiciones en las que vivían. La región del Himalaya ha sido disputada por muchos países a lo largo de la historia. Hoy divide a la India, Nepal y China. Los sherpas pertenecen a Nepal y el Everest lo divide de China. El lado chino ha estado cerrado para las expediciones occidentales, que han tenido que subir por Nepal. No había aereopuerto. No había servicios de salud. No había comunicación con el exterior. No había escuelas. La pobreza era escandalosa. Los diferentes pueblos sherpas vivían aislados y a veces con rivalidades añejas que les impedían unirse como pueblo. Esto impresionó profundamente a Hillary, quien regresó muchas veces después, a lo largo de su vida, para ayudar a dicha comunidad. De hecho, fundó un patronato para apoyar el Himalaya (el Himalaya Trust). Hoy en día, los sherpas tienen acceso a internet, un pequeño aereopuerto y su actividad principal gira en torno al turismo y la prestación de servicios bien remunerados y regulados para los alpinistas. Esto, en gran medida, es gracias a Hillary.
Al convertirse en celebridad, se utilizó mucho a Hillary en diferentes cosas (el billete de cinco dólares de Nueva Zelanda tiene su imagen)

No sólo fue el primer hombre en la cima del Everest (junto con Tenzing Sherpa), sino que también partició en una expedición para cruzar de lado a lado el Polo Sur; participó junto con Neil Amstrong (el primer hombre en la Luna) en una expedición en un pequeño biplano que aterrizó en el Polo Norte, con lo que se convirtió en el primer hombre en estar en ambos polos y la cima más alta del mundo. También hizo un viaje por todo el río Ganges en una lancha de motor (también, siendo los primeros en recorrer todo el río, desde su nacimiento hasta el mar). Fue condecorado con la Medalla del Imperio Británico y elevado a la categoría de "Sir".
El libro fue escrito antes, por lo que no menciona que en el 2003, su hijo Peter Hillary hizo cumbre en el Everest, celebrando los 50 años del ascenso de su papá. Estuvo en contacto con el por medio del teléfono satelital y compartieron la emoción de estar en la cima. En el 2007, a los 78 años, Hillary partició en una expedición al Polo Sur para celebrar los 50 años de la fallida expedición del capitán Scott.
Escrito de una forma ligera y desenfadada, mostrando un lado muy humano de una personalidad que todos conocemos pero ninguno conocemos realmente (su esposa y su hija fallecieron en un accidente de aviación. Su amigo Peter Melgrew, quien acudió en su lugar en una expedición Antártica, falleció cuando el avión que lo llevaba a la expedición se estrelló). Pero sobre todo, está la gloria humana que se manifiesta en esta personalidad tan carismática. Y no me refiero a sus logros increíbles, sino a su enorme corazón, que, en realidad, nunca dejó de ser el de un sencillo apicultor de Nueva Zelanda.
Edmund Percival Hillary falleció el 11 de enero de 2008, a los 88 años, de un ataque al corazón. Fue curioso porque tenía poco de haber leído el libro cuando me enteré de su muerte, y me impactó mucho. Su autobiografía está acompañada de muchas fotos que nos muestran la fascinación del ser humano por lograr grandes conquistas que parecían imposibles.
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